Josefa Ortíz de Dominguez

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Josefa Ortiz de Domínguez

 Josefa Ortiz de Domínguez nació en Valladolid, Michoacán, el 15 de septiembre de 1768. Hija de Juan José Ortíz y Manuela Girón.

Cuando cumplió 20 años se trasladó a la ciudad de México, donde fue inscrita en el colegio de San Ignacio de Loyola, mejor conocido como de las Vízcainas, en marzo de 1789.

A los 22 años conoce a un joven viudo que era funcionario de la Real Audiencia de México y padre de 7 niños, el licenciado Miguel Domínguez. En ese año Josefa salió del colegio y al parecer sostenía un romance con el licenciado, pues en enero de 1792 dio a luz a su primera hija y un año después, el 24 de enero de 1793, contrajeron nupcias en la catedral metropolitana, un mes más tarde ella alumbró a su segundo hijo y por los siguientes 20 años daría vida a cinco más.

El licenciado Miguel Domínguez fue nombrado corregidor de la ciudad de Querétaro por lo que se mudaron a esta ciudad. Ahí el matrimonio se relaciono con lo mejor de la sociedad queretana y guanajuatense  y se mantenían informados de los aconteceres de la colonia novohispana, así como de lo que sucedía en España. La guerra entre la metrópoli española y la Francia napoleónica no les fue ajena, sino por el contrario estaban enterados de que había un rey ilegítimo en España que era el hermano de Napoleón, José Bonaparte. Por lo mismo, en el ambiente social en el que se relacionaba estaban enterados de que en Nueva España se había iniciado un movimiento político para desconocer a las autoridades virreinales y nombrar un gobierno integrado por americanos que fueran fieles a los Borbones y que retuvieran el poder hasta entregárselo a un verdadero representante del rey Fernando VII.

En 1808 el virrey Iturrigaray fue depuesto por españoles, encabezados por el comerciante Gabriel de Yermo, qué pensaban que esté quería independizar a la colonia del gobierno de España. En su lugar nombraron al mariscal Pedro Garibay,quien ya era un anciano y fácil de manejar. Por lo tanto las conspiraciones en territorio novohispano continuaron pues reinaba un gran descontento por los privilegios que gozaban los españoles nacidos en España. En cambio, los nacidos en América o criollos nunca eran elegidos para los más altos cargos del gobierno, del ejército o de la iglesia, pues eran considerados como ciudadanos de segunda categoría. El descontento que se extendía cada vez más entre los grupos de élite criollos se combinó con el problema que estaba viviéndose en España por la guerra napoleónica. En la ciudad michoacana de Valladolid se inició una conspiración secreta para derrocar al gobierno virreinal que tuvo ramificaciones tanto en Querétaro como en San Miguel El grande.

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Josefa Ortiz de Domínguez

En Querétaro la conspiración fue organizada por vecinos de la casa del corregidor, don Miguel Domínguez. Su esposa Josefa, era la principal promotora del movimiento pues fingía que organizaba tertulias o veladas literarias e invitaba a sus mejores amigos a escucharlas. Pero en realidad se trataba de juntas para organizar la conspiración. A ellas asistían los militares Arias Lanzagorta, el capitán Ignacio Allende y los hermanos Juan e Ignacio Aldama, siendo estos tres últimos de los regimientos de los dragones de la reina. También había religiosos como el presbítero José María Sánchez y esporádicamente don Miguel Hidalgo y Costilla, cura del pueblo de Dolores quién era amigo de Allende. Además participaron los hermanos Epigmenio y Emeterio González y los licenciados lazo y Altamirano.

Los Domínguez tenían varias ventajas, pues contaban con la colaboración de sus vecinos y Don Miguel Domínguez era funcionario de la ciudad, por lo que se enteraba de las noticias del gobierno antes que nadie. Sin embargo el corregidor prefería no involucrarse a fondo pues corría demasiados riesgos.

Los conspiradores sabían que los podían descubrir en cualquier momento, pues no todos eran discretos, por lo que se inventaron claves para comunicarse entre ellos en caso de emergencia. Trazaron un plan de ataque para iniciar la sublevación el 8 de diciembre de 1810, aprovechando que se celebraba la fiesta de San Juan de los Lagos y podrían movilizar a un gran número de gente, pero el español, Francisco Buera los delató en la noche del 13 de septiembre.

Buera, acudió al juez eclesiástico de Querétaro, quién a su vez notificó al corregidor Domínguez, y este fingió no saber nada. A continuación fue con una fuerza de soldados a la casa de los hermanos González y simuló  hacer una revisión, pero el escribano que los acompañaba buscó hasta encontrar una habitación en la que se producían armas y guardaban cartuchos por lo que se procedió a arrestar a los dueños de la casa

Miguel Domínguez advirtió a su esposa que la conspiración había sido descubierta y al ver que ella pretendía avisar a los demás, prefirió encerrarla en su habitación para evitar que la culparan si salía de la casa. Pero ella avisó a su vecino y cómplice por medio de golpes en la pared y éste salió de inmediato notificarle a los Aldama y Allende en San Miguel El grande. De ahí se avisó a Miguel Hidalgo, quién en la noche del 15 de septiembre inició el movimiento insurgente de independencia.

Al descubrirse el complot, el matrimonio Domínguez fue detenido. Al corregidor no se le pudo comprobar nada y regresó a su casa y empleo sin problemas, pero ella fue enviada al convento de Santa Clara y el juez Collado encargado de llevar el caso era partidario de la causa insurgente, por lo que la dejo en libertad.

Doña Josefa continuó ayudando a la causa insurgente en los siguientes tres años, primero de una manera discreta y después abiertamente. Cuando en 1813  el arzobispo de México fue enterado de que el clero queretano estaba a favor de la independencia, envió al arcediano Mariano de Beristáin y Souza, quién localizó a la corregidora y la denunció a las autoridades virreinales. Inmediatamente se le detuvo y se le envió presa a la Ciudad de México, en donde fue recluida en el convento de Santa Teresa. Sin embargo, como estaba próxima a dar a luz se le permitió salir a una casa particular.

En 1816 se le continúa el juicio esta vez fue defendida por su marido Miguel Domínguez, pero al fin fue condenada a pasar 4 años en el convento de Santa Catalina a partir de noviembre de ese año. El corregidor presentó varias apelaciones para que la sentencia fuera cancelada hasta que el nuevo virrey Juan Ruiz de Apodaca le ayudó y la dejó en libertad en junio de 1817.

Al parecer regresaron a Querétaro, pero al concluir la guerra se mudaron a la Ciudad de México en vista de que el emperador Iturbide requería de los servicios de Miguel Domínguez. Lo que es más se invitó a Josefa para que fuera una de las damas de la emperatriz Ana Huarte pero ella lo rechazó por parecerle antipatriótico.

Ella continuó apoyando a su esposo cuando el 1823 fue destituido el emperador Agustín I, y Miguel fue nombrado por el congreso como suplente de los miembros del Supremo Poder Ejecutivo.

Josefa Ortiz de Domínguez falleció en 1829 en la Ciudad de México. Un año después falleció su esposo Don Miguel Domínguez.



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